El otro día, andando por la calle, por una concurrida calle de Granada, en el escaparate de una joyería había un “precioso” marco de plata que contenía la fotografía de uno de los últimos autorretratos que Don Francisco de Goya y Lucientes se hizo antes de morir.
Con una mirada penetrante Goya iba registrando los movimientos de lo que pasaba a su alrededor, sin embargo la fotografía había perdido su color natural, estaba enverdecida por el efecto de los rayos solares y el cuadro había perdido el prestigio, la presencia que debería tener en un principio.
Esta situación me hizo pensar en que sería lo que opinaría Goya de todo aquello, como reaccionaria ante tal imagen, ante el trato que se le estaba dando a la reproducción de un cuadro suyo, no por reproducción, si no por el trato que s ele estaba dando.
También me hizo reflexionar en como se vende la cultura, las obras de arte consideradas “clásicas” y cualquier obra de arte, como han pasado a ser productos visuales de consumo diario, con una “supuesta” presentación de lujo en este caso.
La “cultura” como tal, es algo que valorar, ¿pero a que precio?, es decir existen hoy en día demasiadas cosas consideradas como culturales y que llegan a la gran “masa” y sin embargo, muchas de ellas son grandes trampas sociales que lo único que hacen es que el individuo no exista como tal y que nuestras preocupaciones e inquietudes sean las que unos cuantos quieran.
En fin me gusta pensar en la imagen de un Goya totalmente enfadado rompiendo el escaparate de la joyería y alejándose gritando a diestro y siniestro.
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